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El dilema de la repetición

El dilema de la repetición

Arraigada como un roble centenario o absolutamente excepcional, el mayor o menor uso de la repetición –concluye un reciente informe de la Comisión Europea– se explica si atendemos a un único factor: la tradición educativa del país.

Casi todas las naciones contemplan la medida en sus leyes como opción para que el alumno ahogado por un retraso kilométrico pare y vuelva a empezar. Aún así, las diferencias en su aplicaciónse antojan inmensas. “La existencia de una cultura de repetición es la razón por la que esta práctica se utiliza con mayor frecuencia en determinados países”, resumen sus autores. Normativas equivalentes, enorme disparidad en su traslado a las rutinas escolares.

De manera indirecta, el informe viene a mostrar que la alternativa más temida por las familias guarda escasa relación con los resultados globales del sistema. Hay países (Holanda por ejemplo) que puntúan excelente en PISA y en los que más de un 20% de chavales ha repetido a los 15 años.
Por el contrario, un fracaso escolar abultado no es incompatible con mantener porcentajes de repetidores que apenas superan el 5%, como es el caso de Italia.

Repetición de curso durante la enseñanza obligatoria en Europa detalla cómo y quién decide si un alumno puede matricularse o no en el curso siguiente. Disecciona los mecanismos internos del centro en cada país a la hora de acordar un veredicto. Compara la importancia que cada sistema otorga a la opinión de los padres (en algunos estados –Polonia, Reino Unido– se necesita el consentimiento de la familia, al menos en Primaria). Analiza qué se hace allá donde no pasar de curso goza de escaso predicamento: adaptaciones curriculares específicas, grupos que dividen según el nivel que presentan los alumnos de una misma edad, diversificación de itinerarios desde el comienzo de la Secundaria...

MEDIR LA EFICACIA

Por desgracia, el estudio no aborda la gran pregunta que siempre ha rodeado a la repetición: ¿resulta eficaz desde un punto de vista pedagógico? Cuestión difícil de responder por dos motivos fundamentales. Primero, porque aquí (como casi siempre en Educación) no proceden las verdades absolutas: lo que puede funcionar para un alumno, resultará desastroso para otro. Y segundo, por la dificultad intrínseca para establecer comparaciones, ya que nunca sabremos qué hubiera ocurrido si el alumno no hubiese repetido (o al contrario).
Rafael Feito, profesor de Sociología de la Educación en la Universidad Complutense, admite los obstáculos metodológicos con que topamos al intentar medir la eficacia de la repetición (“con esto no se pueden hacer experimentos”, dice). Aún así, Feito menciona un estudio publicado hace años en la Revista Francesa de Pedagogía que trató de sortear dichos escollos centrando el análisis en aquellos alumnos que, a final de curso, se debatían entre repetir o no. Unos acabaron haciéndolo, mientras que otros avanzaron al curso siguiente.
Cuando se tomó la decisión, las diferencias de rendimiento entre ambos grupos eran exiguas. Un año después, comenta Feito, éstas “se habían incrementado considerablemente”.

Alumnos de 15 años que han repetido al menos una vez

Según Francisco Luna, director del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa (IVEI), “no existe una evidencia empírica fiable que nos diga si se trata de una medida ventajosa o no”. No obstante, el IVEI publicó en 2009 una investigación cuyos resultados arrojan algo más de luz sobre el eterno dilema: “Vimos que el 30% de repetidores en el País Vasco llevaban una trayectoria positiva, puesto que habían aprobado las dos últimas evaluaciones. Para el 70% restante, la repetición no había funcionado”. ¿Y si no hubieran repetido? “Es algo que nos preguntábamos constantemente al elaborar nuestro informe”, reconoce Luna.

MODELO HEREDADO

Lo que sí parece claro es que el sistema educativo español suele anteponer los supuestos beneficios de repetir curso frente a la conveniencia de mantener al alumno en su grupo de edad con el fin de evitar, como dice Feito, su “estigmatización, sobre todo en edades tempranas, cuando resulta evidente quién es mayor”.
Para Luna, promocionar también resulta la opción más recomendable “si tenemos en cuenta la dimensión afectiva del alumno”.

Nuestro país (ver gráfico) sigue siendo una de las grandes canteras de repetidores de Europa. Los datos globales de alumnos que no han promocionado al menos una vez a los 15 años de edad nos sitúan en el grupo de cabeza, aunque hay países como Francia que nos superan. En Secundaria obligatoria, somos líderes continentales con un 32% de chavales que han pasado más de un año en un mismo curso durante la ESO.

Luna achaca esta tendencia a ideas preconcebidas entre un colectivo “heredero de un modelo en el que se repetía bastante y que cuesta mucho soltar. Incluso observamos que algunos profesores y directivos se muestran favorables a la repetición aun sabiendo que no existen datos rotundos que la aconsejen”. Más explícito, Feito opina que “muchos profesores, al no haber itinerarios o alternativas a la Secundaria académica, entienden que hay que suspender a la gente. Es una mentalidad jerárquica que pervive en el subconsciente de la docencia como grupo profesional”.
Aunque la LOE prevé la puesta en marcha de un plan personalizado para el alumno que no promociona, muchos perciben que repetir en España equivale a hacer exactamente lo mismo que ha conducido al fracaso durante el curso anterior. “Aunque es cierto que en ocasiones se introduce alguna modificación y se hace un seguimiento individual, esto suele ser la excepción”, sostiene Feito.


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