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El aula, territorio femenino

El aula, territorio femenino


Si aquellos hombres que hace menos de un siglo se devanaban los sesos argumentando las carencias intelectuales de la mujer observaran el estado de la Educación actual, su sorpresa sería mayúscula. Para percatarse de su tremendo error, podrían, por ejemplo, echar un vistazo a un reciente informe del Consejo Escolar de Navarra que recopila los últimos datos del Ministerio de Educación y desglosa el rendimiento escolar según el sexo del alumnado.
Allí se constatan realidades que a día de hoy ya no asombran a casi nadie: las chicas repiten menos en todos los niveles educativos, arrasan en cuanto a titulados de Secundaria y siguen fortaleciendo su dominio en la universidad, nivel máster incluido.

¿Consuelos para el hombre? Los chicos son mayoría en los ciclos de FP relacionados con música y deportes. Y, si nos ponemos rigurosos, también presentan porcentajes más elevados que sus compañeras en ese último chaleco salvavidas que el sistema prevé para rescatar al alumno del fracaso absoluto: los programas de Garantía Social.

El éxito educativo en clave femenina no es, ni mucho menos, un fenómeno exclusivamente español.
Como apunta José Saturnino Martínez García, profesor de Sociología de la Educación en la Universidad de La Laguna (Tenerife), “las chicas han empezado a sobrepasar a los chicos al mismo tiempo en casi todos los países desarrollados. Los chicos superaban a sus compañeras hasta los años 70. A lo largo de los 80 se llega a un empate, y, a partir de entonces, las chicas empiezan a obtener mejores resultados”.

No en vano, el mundo de la enseñanza quizá esté asistiendo a los primeros brotes de discriminación positiva en favor del sexo masculino. Para atajar el conocido como laddism (en resumen, adolescentes varones adictos a la juerga y alérgicos al estudio), las autoridades británicas promovieron en los 90 la introducción de nuevas técnicas didácticas que resultaran atractivas para los chavales descarriados. Más aún, un extenso artículo publicado en la revista Bussiness Week hace unos años insinuaba que los colegios de élite en EEUU estaban bajando –en sus pruebas de acceso– el listón para los chicos con el fin de mantener un cierto equilibrio de género en las aulas.

TURISMO Y LADRILLO

Siendo un fenómeno global (o al menos extendido a casi todo el ámbito OCDE), la progresiva conquista de la excelencia por parte de las alumnas ha adquirido dimensiones especialmente preocupantes en nuestro país. En la Unión Europea, un 4% más de chicas obtiene al menos un título de Secundaria superior. Aquí, dicha cifra se dispara hasta el 12%. Cierto que, en términos generales, España dobla al resto del continente en cuanto al llamado abandono educativo temprano, por lo que cabría esperar que la distancia chicas-chicos fuera también más elevada. Pero no hasta el punto de triplicar la media europea.

¿Por qué el alumno español se muestra más proclive al fracaso que sus iguales de otros países?
Todos los expertos coinciden en señalar a la estructura de nuestro modelo productivo como uno de los principales motivos que alejan a los chicos de las aulas. Ellos tienen “mayor posibilidad de entrar en el mercado laboral antes, sobre todo por la importancia que tiene el turismo en algunas regiones”, asegura Pablo Zoido, analista educativo que trabaja para la OCDE, en particular durante la elaboración del Informe PISA y otras comparativas internacionales.

Antes de la crisis, la fiebre del ladrillo también causó estragos en las tasas de fracaso masculino. Hasta hace bien poco, comenta Martínez García, “existía un mercado de puestos de trabajo relativamente bien pagados para hombres de baja cualificación. Si uno se iba a la construcción con 16 años, a los 30 podía tener un sueldo más que decente”.

Conscientes de que los empleos que requieren menor preparación (normalmente más físicos) suelen ser coto privado del hombre, las jóvenes tienden a esforzarse más con vistas a alcanzar un nivel de formación que les permita enfrentarse a la vida laboral con ciertas garantías de éxito. Además, en opinión de Martínez García, el no estudiar penaliza a las mujeres también en el entorno familiar, ya que una adolescente que decide dar carpetazo a su tránsito por las aulas “es probable que pase a ocuparse de las tareas del hogar, mientras que esto no está tan claro en el caso de los chicos.

DIFERENCIAS BIOLÓGICAS

Evolución de las tasas de ideoneidad según la edad

Desde una perspectiva más amplia, no sólo circunscrita al caso español, existe una corriente de opinión que fusiona factores biológicos y pedagogía imperante para explicar la brecha educativa que separa a chicos y chicas. Ésta viene a decir, en síntesis, que ambos sexos presentan diferencias cognitivas considerables, y que la escuela actual prioriza una forma de enseñar que conviene sobre todo al cerebro femenino, en parte debido a que la mayoría de docentes son mujeres.

Según María Calvo, presidenta de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada (EASSE en sus siglas en inglés), “los niños y las niñas tienen una serie de habilidades, de actitudes y de ritmos cognitivos y de maduración distintos que, si no se atienden durante el aprendizaje, pueden dar lugar a mucha frustración”. Para ella, la enseñanza de hoy en día –cuyo espacio ideal serían aulas estáticas y silenciosas– está concebida para el alumnado femenino. Y “exigir al varón que se esté quieto y que tenga sus apuntes pulcros y minuciosos, igual que su compañera de pupitre, es una utopía”, afirma.

El presidente de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación en España (Copoe), Juan Antonio Planas, suscribe que la escuela “valora mucho que el alumno sea una persona sosegada, haga sus trabajos con una buena presentación y tenga un trato correcto”.
Tras más de 30 años de práctica docente y algunas lecturas sobre evolución humana, Planas también ha llegado a la conclusión de que las chicas suelen demostrar mayores niveles de inteligencia emocional. Esto las convierte en personas más empáticas que se “adaptan mejor a este tipo de entorno escolar”. En su opinión, otro factor a tener en cuenta sería el mayor tiempo que los adolescentes varones emplean en practicar deportes, algo que “les resta tiempo para la lectura u otras actividades intelectuales”.

ENFOQUE INDIVIDUAL

Para Calvo, la solución pasa por separar a chicos y chicas en clases o centros distintos: “Las metas han de ser las mismas, lo que hay que cambiar son las estrategias que utilizamos para llegar a un mismo punto”.
Por su parte, Planas aboga por una atención individualizada y por introducir, para el conjunto del alumnado, “una metodología más activa y participativa”.

Esta disparidad cognitiva entre sexos –basada en recientes investigaciones científicas– no convence a todos. Martínez García percibe que en los últimos tiempos está proliferando un afán excesivo por asociar las diferencias entre alumnos y alumnas al poder inmutable de la naturaleza. “Igual que en los 60 o 70 todo parecía ser una construcción social, ahora resulta que todas las explicaciones han de ser de corte biológico. Hay evidencias a favor, evidencias en contra... Lo que no se puede decir es que se trata de algo científico porque, por ahora, no hay consenso al respecto entre la comunidad investigadora”.

Sin descartar que chicos y chicas puedan poseer –en promedio, como grupo– habilidades distintas, el profesor de la Universidad de La Laguna considera que se debería prestar más atención a la idiosincrasia del alumno. “El enfoque adecuado no es a qué grupo perteneces, si eres chico o chica, sino cuáles son tus características específicas de aprendizaje”.

BRECHA DE GÉNERO

Elaborado por la presidenta del Consejo Escolar de Navarra, Teresa Úcar, a partir del monográfico Las cifras de la Educación en España 2010, el informe sobre el desigual rendimiento de alumnos y alumnas pone de manifiesto desajustes por sexo que ya se manifiestan a los 8 años. A esa edad, un 2% más de niños han repetido curso, porcentaje que eleva hasta el 5% al final de la Primaria y el 11% cuando el alumnado alcanza los 15 años.

El abismo que separa a chicos y chicas en cuanto a la tasa de no titulados en ESO –dato que la mayoría identifica con el fracaso escolar– se antoja aún más preocupante: si un 22% de mujeres no obtiene la titulación mínima en su paso por las enseñanza obligatoria, la cifra crece hasta el 35% en el caso de los hombres. En algunas comunidades autónomas como Baleares o Extremadura, las diferencias se acercan peligrosamente a los 20 puntos porcentuales.
Aunque el caso más llamativo es La Rioja, con un índice de fracaso femenino (17%) propio de un país con un sistema educativo saneado, y otro masculino (38%) que le acerca a las regiones con peores resultados de nuestro país.

Si nos fijamos en el reparto de títulos que ofrece el sistema español, las mujeres acaparan el 57% de certificados de Bachillerato, el 64% de las diplomaturas, el 59% de licenciaturas y el 55% de másters. Aunque por escaso margen, también son mayoría en cuanto a estudiantes que han completado con éxito un ciclo de Formación Profesional de grado medio o superior.


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