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Nuevas estrategias de Motivación y estimulación

Nuevas estrategias de motivación y estimulación

Se acabaron las frases del tipo: “tú puedes”, “este es tu momento”… para dar paso a una nueva motivación, más eficaz, en la que el niño encuentre la necesidad y ponga el esfuerzo que cada reto requiera. La motivación norteamericana, que tanto nos ha influido en las dos últimas décadas, ha tocado fondo. Se ha derrumbado desenmascarada en un momento de crisis global.
A nadie motiva que le digan “tú puedes”, “este es tu momento”. Por el contrario, este aliento solo aumenta la ansiedad y la angustia del niño frente al fracaso que se le viene encima y teme que sea evidente ante todos.

Los niños y adolescentes de nuestro tiempo requieren una motivación nueva y más eficaz que les haga encontrar la necesidad y poner el esfuerzo que cada reto requiere. Siguiendo la fórmula Esfuerzo + Necesidad = Capacidad que planteo en Todos los niños pueden ser Einstein.

Al poner esfuerzo y añadir la necesidad, la capacidad de cualquier persona se activa. A mayor esfuerzo y mayor necesidad, mayor capacidad. El niño y el adolescente, como el resto de personas, no conocen sus límites en el esfuerzo cuando realmente están motivados. Se ignora cuánto se puede sufrir hasta el momento en que no le queda a alguien más remedio que hacerlo. O alegrarse. Emocionarse y fruto de ello hacer el esfuerzo.

Igual que no se es consciente de la capacidad de esfuerzo, tampoco se es consciente de la necesidad de algo, y por eso el ser humano a menudo se incapacita. Se cree incapaz y acaba resultándolo en la práctica.
Podría, pero no es capaz. Podría, pero no se esfuerza. Podría, pero no es suficientemente consciente de cuanto lo necesita en realidad. No pone emoción al diseño racional de cómo lograrlo. Y el resultado es que no lo logra. Podría, pero no resulta capaz.

Todos los seres humanos tenemos una capacidad infinita a efectos prácticos. Si ponemos no solo deseo, sino esfuerzo y tenemos necesidad real y humana de ello.


A EVITAR

Hay muchas actitudes que solemos emplear para motivar a los hijos, que logran el efecto contrario. Y al revés, muchas actitudes a nuestro alcance no suelen emplearse, pese a que serían de enorme eficacia.

Es necesario evitar expresiones como: “Tú puedes. Esta es tu oportunidad. Eres capaz. Solo tienes que ponerte. Si hicieras esto como haces aquello. Estamos contigo. No te preocupes, no va a pasar nada. Todos pueden, tú no eres menos. Ánimo, demuéstrales que no eres tonto o incapaz. Si todos han podido, tú también podrás. A mí también me costaba y al final lo logré poniendo esfuerzo”...

Todas estas expresiones de aliento, que no de motivación, incrementan el temor a fracasar en el niño y adolescente. Se trata de expresiones que tienen como protagonista las expectativas del adulto, no la capacidad real del hijo o alumno. Saber que los demás esperan un logro no le hace al niño capaz de lograrlo, si no se sabe por qué, para qué y cómo afrontar el reto.


QUÉ HACER

  • Acostumbrarle a recibir consecuencias efectivas satisfactorias, más que materiales, cuando haga algo bien. Y a recibir de nosotros reacción neutra cuando fracase.
  • Pedirle a cualquier edad que haga cosas difíciles. Tareas que pueda hacer y que otros a su misma edad no hacen aún. Por ejemplo, hacerse responsables de algo, andar una larga distancia, quedarse solo ante el ordenador y emplearlo adecuadamente, aprovechar el tiempo cuando se quede a solas en su habitación, hacer la cama, poner y quitar la mesa, ceder en la comida lo mejor a su madre, fregar los platos cuando llega bien al fregadero o recoger el lavavajillas.
  • Decirle que confiamos en que actuará bien. Porque sabe cómo debe portarse y es bueno e inteligente (aunque nos haya fallado).
  • Preguntarle a cualquier edad su opinión, aunque decidamos nosotros.
  • Convencerle de la fórmula: Esfuerzo + Necesidad = Capacidad. Que será capaz de lo que se proponga si encuentra la necesidad real de lograrlo y pone el esfuerzo que ese logro exige.
  • Relacionar lo que le pedimos con algo que le interese o guste.
  • Plantearlo de modo que provoque en él preguntas sobre cómo, por qué o para qué hacerlo.
  • Asegurar que cargue con las consecuencias de sus acciones libres.

Acciones, entre otras, que todo padre o educador puede poner en marcha con cualquier niño o adolescente, para hacerle capaz de tantas cosas como desea lograr y a menudo no encuentra la fuerza o el modo de hacerlo. Si actuamos así con los hijos o alumnos, al tiempo estaremos haciendo posible que sean felices hoy, mañana y siempre.


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