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¿Qué tipo de padre soy?

¿Qué tipo de padre soy?

Los padres más autoritarios –o “patriarcales”, según la denominación de un reciente informe del Ministerio de Educación– suelen ser pequeños empresarios que viven en un entorno rural. Las madres más permisivas –o “instituyentes”– proliferan en la periferia de las grandes urbes.
Ambos enfoques educativos se revelan minoritarios en España, ya que lo que impera por estos lares es ser un padre “liberal” o “clientelar”, que a grandes rasgos significa, respectivamente, poner en un pedestal al esfuerzo o confiar en que las autoridades educativas allanen lo más posible el camino a las familias.

Elaborado para el ministerio por el Colectivo IOÉ, el estudio se autodefine como una “exploración cualitativa” en la que las aportaciones de varios “grupos de discusión” han servido como materia prima para perfilar los imaginarios educativos más habituales en las familias españolas. No se ha tratado pues de realizar encuestas, sino de dejar que los padres hablen y, a partir de sus opiniones, concluir cuatro “posiciones discursivo-ideológicas” que sinteticen sendas formas de entender la Educación tanto en la escuela como en el hogar. Son, reconocen los autores, “etiquetas, inevitablemente simplificadoras pero útiles como referencia”.

A pesar de que los cuatro perfiles muestran rasgos muchas veces antagónicos, existen nexos de unión que conectan a unos con otros. Por ejemplo, las posturas liberal y patriarcal confluyen al reclamar criterios de evaluación unificados y exigentes.
Por el contrario, los padres clientelares e instituyentes se inclinan por un tipo de pedagogía más flexible e individualizada. Alianzas temporales que en otros campos pueden variar, acercando, por ejemplo, al padre clientelar y al liberal en su benévolo juicio del sistema socioeconómico que existe en España (las otras dos posiciones serían, por así decirlo, más antisistema).

Incluso hay temas en los que todos los padres parecen ponerse de acuerdo. Se observa unanimidad en su critica a los medios de comunicación que reproducen modelos de éxito opuestos a lo que ellos (sea lo que fuere) intentan inculcar a sus hijos. Y todos temen asimismo que, al llegar a la adolescencia, las malas amistades dilapiden años de esfuerzo formativo en casa.


LIBERAL

Glorifican la “ética del esfuerzo individual” según una fe a prueba de bombas en la “capacidad” del ser humano “para desenvolverse en un mundo plural y abierto a la competencia”. A partir de un planteamiento meritocrático, no tratan de imponer creencias o valores: simplemente aspiran a una “igualdad de oportunidades para todos” y a que “las cosas se hagan bien”. El docente ha de ser sin excepción un “especialista” competente, por lo que “el referente no es el funcionario sino el profesional de la empresa privada”.
Postura extendida sobre todo entre las clases medias acomodadas, los padres liberales suelen considerar una desgracia que sus hijos no lleguen a la universidad. Del centro escolar esperan una evaluación rigurosa, ya que dar demasiadas “facilidades” a la hora de aprobar “desmotiva al alumnado”.


PATRIARCAL

A partir de la “autoridad incuestionada del padre varón sobre la madre-mujer y de ambos cónyuges sobre sus descendientes”, este tipo de progenitores inculcan “obediencia, constancia y buenos modales”, hacen gala de “mano dura” y tratan de crear un clima familiar con “normas claras”. Quieren para sus hijos un perfil de docente “riguroso” y no ven con malos ojos que se instalen tarimas en las aulas o se conceda al profesorado en su conjunto un estatus legal que refrende su superioridad sobre el alumno. Para ellos, el fracaso escolar es culpa del “proteccionismo de las familias”, “la permisividad del profesor” o el hecho de que todos los alumnos estudien lo mismo hasta los 16 años. Abogan por una diversificación temprana en Secundaria, a los 14 años como muy tarde. Muchos defienden también la vuelta del uniforme.


CLIENTELAR

Confían en que la “autoridad que regula la vida social” ayude a las familias a “transmitir aquellos valores y pautas de conducta considerados más correctos” para que sus hijos lleguen a “ser buenos ciudadanos”.
Asegura el informe que este tipo de padres se sienten “perdidos” y “desbordados”; es por ello que reclaman de instancias superiores algo así como un “manual de instrucciones que les explique cómo ser buenos padres”. Entienden que el profesor actúa como “portavoz legítimo del saber” y, en consecuencia, ha de reciclarse, comprometerse y motivar en clase con criterios pedagógicos que resulten atractivos al alumno.
En caso de problemas, suelen adoptar una “actitud autoinculpatoria mezclada con una sensación de abandono por parte de aquellas instituciones que deberían encargarse de supervisar la Educación”.


INSTITUYENTE

Creen firmemente en el poder de la Educación para luchar contra las desigualdades sociales y contribuir a transformar un mundo injusto. En casa, se prima un “clima de confianza” que no “cierre los ojos” a los hijos y les ayude a “superar el miedo” a intentar cosas nuevas. En la escuela, su preferido es ese perfil de profesor que establece una “relación de amistad e implicación con sus alumnos” para que estos puedan “abordar problemas personales” con él y en “estrecha cooperación con los padres”. Sostienen que el sistema educativo actual “estigmatiza socialmente a una gran parte de la juventud de los barrios obreros”, por lo que recomiendan relajar un “ritmo académico agobiante con excesivas asignaturas desconectadas de los intereses” del alumno. En definitiva, el fin de la Educación es formar a “profesionales felices”.


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